Vito se despertó como todos los días, con olor a panecillos de miel y frutas en el aire.
Se frotó los ojitos, se estiró como un gatito… y buscó con la mirada a su mamá.
—Mamáaaa —llamó bostezando.
Pero esa mañana, Mamá Osa estaba con su mochila puesta y un beso listo.
—Hoy vas a quedarte con tu tía Menta, cariño. Mamá tiene que ir al bosque del este por unas cosas importantes, pero volveré antes de que el sol se esconda. Te prometo que estarás bien.
Vito abrió los ojos más grandes que dos nubes.
—¿Sin ti...? —preguntó con voz bajita.
Mamá lo abrazó suavecito y le puso su gomita favorita en la manito.
—Esta gomita de osito verde es especial. Tiene vitaminas... ¡y una dosis extra de besitos de mamá!
Vito fue con su tía Menta, que olía a galletas recién hechas y usaba una bufanda con pompones.
Jugó con sus primitos, escuchó un cuento de mariposas bailarinas… pero algo en su pancita se sentía vacío.
Era raro. Como cuando uno se acuerda de algo lindo y lo extraña al mismo tiempo.
—¿Estás bien, Vito? —preguntó tía Menta.
—Sí... pero mi corazón extraña a mi mami —dijo bajito.
Ella le acarició la cabeza.
—Eso es porque tienes un corazón lleno de amor. ¿Quieres que hagamos algo especial mientras ella vuelve?
Juntos hicieron un dibujo gigante: Vito, su mamá, las gomitas, el bosque, ¡y hasta un arcoíris!
Después, prepararon un picnic de frutas y un juego llamado “aventuras con mami aunque no esté”, donde imaginaban lo que ella estaría haciendo en ese momento.
—Seguro está caminando sobre hojas que suenan “crunch-crunch” —decía Vito.
—¡O tomando té con búhos sabios! —decía la tía.
Cuando el sol comenzó a acostarse detrás de las montañas, Vito sintió algo familiar...
—¡MAMÁÁÁ! —gritó con alegría al verla entrar.
Mamá Osa lo alzó en brazos y le dio un abrazo que parecía envolver todo el bosque.
—Te extrañé, mi amor. ¿Cómo te fue?
—Te extrañé también… pero lo pasé bien. Mi corazón puede amar en más de un lugar, ¿sabes?
Esa noche, mientras Vito se tomaba su gomita de despedida del día, sonrió mirando la luna.
—Hoy aprendí que puedo estar bien, aunque no estés cerquita todo el tiempo.
Mamá Osa le besó la nariz.
—Y yo aprendí que tengo un osito valiente con un corazón gigante.
Buenas noches, pequeño.
Y recuerda: el amor de mamá siempre viaja contigo, aunque no esté a tu lado.